Convivir dejó de ser una meta y más mujeres eligen la soledad
La pregunta que muchas mujeres se hacen: Soy sola, ¿y qué? Ellas valoran su tiempo libre, el tomar decisiones individuales, y los ratos de silencio. Tienen, en general, un título y una economía que les permite sostener solas su hogar. Y no están dispuestas a negociar todo eso por una relación. Con esto en mente muchas mujeres afrontan el diario vivir en este siglo que llamaríamos “de la Independencia” Que fácil para muchas mujeres amanecer cruzada en la cama de dos plazas, desperezarse, chequear el celular, luego salir de la habitación y poner la pava al fuego, todo en ropa íntima, qué importa si nadie las está viendo. Encender el televisor y el equipo de música al mismo tiempo, planear el día: trabajo, entrenamiento o estudio, salidas con su pareja si la tiene o con amigos. O, por qué no, reactivar esa cita pendiente. Son mujeres que andan sueltas, que reivindican el placer que les ofrece el hecho de vivir solas. Con ellas la soltería, entendida en los términos de dilatar la convivencia o no estar en una relación estable, deja de ser un estigma para convertirse en una alternativa más. La Biblia no habla de un cuerpo y nos advierte que no es buena la vida de llaneros solitarios. De acuerdo a estadísticas en los últimos cinco años creció la cantidad de hogares unipersonales. El 36% de la viviendas lo habita una sola persona y de ese total, 4 de cada 10 es una mujer. Las ciudades están dominadas por los solteros, que representan el 30,4% de la población. Jesús nos advierte “No es bueno que el hombre o mujer estén solos” Donde entra este consejo en este nuevo milenio que nos toca vivir? En Europa, rápidos para ponerle nombre a cualquier conducta social que pueda transformarse en un nicho de consumo, los bautizaron “singletons”, lo que acá conocemos como “solteros” o que eligen estar en pareja pero con cama afuera. Así se diluye el estereotipo de la mujer sola que sufre el aislamiento y cuya única compañía es una mascota porque no pudo establecer un vínculo amoroso con otro u otra. Adán tuvo el inmenso trabajo de ponerles nombres a los animales no de dormir con ellos. Las mujeres que eligieron no convivir fue materia de estudio de la prestigiosa médico psiquiatra Marie France Hirigoyen. En su libro “Las nuevas soledades. El reto de las relaciones personales en el mundo de hoy”, que fue traducido a 24 idiomas, dice: “Para muchas mujeres, la vida en el marco de la pareja tradicional se presenta como un obstáculo para su éxito profesional y su realización social. Es lo que explica que sean cada vez más las que rechazan la vida cotidiana con un hombre al considerar que eso añade una carga suplementaria a una vida de por sí cargada. Sin duda desean el amor, pero se niegan a perder su autonomía”. Jesús añade a esto que todo relación íntima debe consumirse después de casados, o sea cuando ambos deciden formalizar una unión bendecida por Dios. Aunque muchas de estas mujeres van a la iglesia, ese punto importante lo colocan de lado ya que para ella Dios es el Padre que les permite ese estilo de vida porque las ama. Para el sexólogo Walter Hugo Ghedin privilegiar la soledad no es un snobismo ni anula el amor y el sexo. Lo que excluye es la convivencia. “Estas mujeres se afirman en su deseo y lo defienden. Y a costa de saber que si no se dan las condiciones de pareja deseadas, no cederán. La palabra “esnob” de donde se deriva “esnobismo” según la real academia española, es una adaptación grafica de la voz inglesa “snob” “persona” que limita con afectación a aquellos a quien considera distinguidos para aparentar ser igual a ellos. Las personas desde el Génesis siempre han querido tener una especie de superioridad sobre el resto de los demás. Pablo, el apóstol enfatiza sentirnos inferiores a los demás no superiores, sobrellevando las cargas los unos de los otros. Estas personas contradiciendo la Palabra de Dios, optan por cambiar su realidad con las que le tocó vivir y las sustituyen con otras tendencias, ya sea política, social, artística, filosófica o religiosa. De allí nacen las distintas organizaciones llamadas cristianas empleando “dogmas” o costumbres diversas las unas de las otras confundiendo más el verdadero contexto del cristianismo. Por ejemplo: El uso de música mundana en vez de alabanzas basadas en los Salmos, vestimentas que llaman “moda” que incluyen “aretes, tatuajes, pantalones rotos, o implantes en diferentes partes del cuerpo” es sin olvidarse de las danzas llamadas “mover del Espíritu” que lo único que hace es contornear el cuerpo en una forma sexual. Esta búsqueda de satisfacción, de gratificación y el evitar experiencias amorosas que se vislumbran como ‘complicadas’ es motivo suficiente para reafirmarse en la soledad. Para muchas es una declaración de principios, una identidad”, explica Ghedin. Nosotros sabemos que la verdadera identidad la encontramos en “Cristo” basada en un nuevo nacimiento. Las mujeres que buscan este estilo de vida ¿Será que les asusta la convivencia? ¿Ya la experimentaron y fracasaron? “Sus conductas, como las motivaciones que las mantienen en ese estado, son muy variadas. La soltería, a veces, es una muralla protectora. También hay solteras ‘por elección’ y solteras porque creen que no les queda otra opción, ya que no encuentran al ‘príncipe azul’. O la experiencia las hizo exigentes: empeñadas en la búsqueda de un ideal imposible, desechan al hombre posible. Las solteras no son todas iguales”, apunta la psicoanalista Ana Delgado. “Es cierto, nos somos todas iguales –opina Natalia Osen, 35 años, abogada–. Yo estuve de novia tres años. La convivencia no fue fácil y nos separamos. Después salté de relación en relación, hasta que conocí a mi pareja. Sin embargo, no volvería a compartir una casa con un hombre”. “Ya tengo mis mañas de sola –aporta Vanina Scudé, 32 años, maestra– y me doy cuenta de que me cuesta compartir. De hecho, cuando invito a alguien a mi casa, me siento invadida”. Basado en estas mentalidades de “Mujeres Solteras” o libertinas, que podemos esperar de esta sociedad que nos asecha?.
¡Hoy es tiempo de cambiar!