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Que pasa con los hijos cuando los padres se Divorcian?

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A mi papá lo extraño, pero sé que cuando quiero hablo o lo veo, está viviendo cerca, y después va a alquilar un departamento, cerca de casa también. Mientras tanto está en la casa de mi tía, que también está separada así que duerme en la que era la oficina de mi tío. Yo me daba cuenta que algo pasaba, ahora entiendo todo. Estaban tristes todo este tiempo, ahora están aliviados. Relato de una jovencita de 13 años que entiende por fin porqué en los últimos 4 años dentro de su casa el aire era muy espeso y las caras muy tristes. La pregunta de muchas parejas cuando la amenaza de la separación pisa firme en el cotidiano de la relación es: ¿Cómo van a estar los chicos? Y la afirmación como resultado del temor que encierra la respuesta temida a ese interrogante: “Seguimos juntos por ellos, por nuestros hijos, tenemos miedo por ellos después de separarnos”. Me atrevo a decir que muchas veces los padres temen, sin saberlo, no por los niños, no por el desamparo que sufran por la separación misma, temen por ellos mismos. Experimentan temor por la propia soledad en ausencia del marco familiar que los contenga. Se quiebra, se rompe la foto de todos juntos. Ya no estarán reunidos a la mesa familiar cada noche, ya no tendrán todos los días el recibimiento de los hijos. Llegarán, padre y madre alternadamente a la casa vacía, cuando los hijos estén con el otro progenitor. Los niños nunca estarán, supuestamente, solos. No deberían estarlo. O con uno, o con el otro. Los que estarán en soledad son los adultos. La casa vacía de niños, por primera vez, los dormitorios sin ocupar, y eso sí asusta. No es por los niños, es por nosotros, los padres, el miedo. Los chicos pueden soportar sin demasiado conflicto el embate de la noticia. Si los padres maniobran bien, pueden sobrellevar, hasta con cierto alivio diría si el malestar se descomprime con esta decisión. Ese miedo instalado suele ser el factor de retrasar lo que sería una decisión saludable si la felicidad no es un horizonte posible para la pareja. Decir, no sin miedo, no sin dolor: “Hasta acá llegamos”. Si el cansancio domina la escena, sino hay resto para seguir peleando, disolver la pareja no es sencillo pero no es de vida o muerte, la vida sigue, y quizás sigue distinto, quizás mejor. Cuando pregunto en consejería a parejas y matrimonios que están en ese trance cuáles son las situaciones más angustiantes en relación a esta decisión, la que aparece en todos los rankings dentro de las primeras como escena temida por muchas parejas es el momento de comunicar a los hijos la decisión. Veamos entonces algunas sugerencias para gestionar ese momento sin tanta angustia y temor, y aclaro en este punto lo siguiente: siempre que diseñamos un plan de acción tenemos nuestras intenciones, el camino diseñado y por otro lado la realidad, que se ocupa de que tengamos que hacer el trabajo del GPS, recalcular. Lo que sigue son una serie de sugerencias que, bien llevadas a cabo, serían el ideal (según mi criterio, claro está). A menudo entre lo ideal y lo posible la brecha es más grande de lo que quisiéramos. Aclarado esto, allá vamos: 1. Busquen los padres un momento de calma, con tiempo más que suficiente y reúnanse todos, para escuchar lo que los padres tienen para decir. Hablen los dos, quien esté más entero tomará la palabra. “Chicos, queremos contarles con mamá/papá que decidimos dejar de vivir juntos. Nos vamos a separar. No estamos pudiendo ser felices uno con el otro. Vamos a seguir siendo papá y mamá siempre. En eso estamos juntos, eso nos sigue uniendo. Quédense tranquilos que ustedes siguen siendo lo más importante para nosotros. Eso no cambia, ni cambiará. ¿Nos quieren preguntar algo?” No mucho más y dejar que las inquietudes surjan y responderlas con naturalidad. 2. Explicar detalles de quién deja la casa de origen, cuándo y cómo se llevará a cabo. “Voy a buscar un departamento para alquilar, mientras tanto me voy a quedar unos días en lo del tío. Va a ser un tiempo difícil hasta que me acomode, pero voy a estar bien. Voy a alquilar algo cerca de casa para que sea más cómodo para todos”. Por supuesto que en tristes tiempos de crisis como vivimos en nuestro país una separación tiene como enorme y real problema el aspecto económico. Puede suceder que en esta coyuntura la realidad quede bien lejos de lo que sería un marco ideal y confortable para la familia. Sugiero no dejar de mencionarles esto a los chicos para que no estén al margen del contexto familiar y además los niños suelen ser mucho más empáticos que los adultos y entenderán que quizás haya que ajustar la economía familiar en esta nueva realidad. 3. Comunicar la decisión en el momento que está totalmente tomada: eviten los padres cualquier discusión frente a los hijos que den señales de angustia que los hijos no pueden decodificar. Los chicos entienden, no son tontos, son niños: los padres suelen pensar a menudo que “son chiquitos, no entienden”. Grave error. Tienen una percepción increíble sobre lo que nos pasas a los padres, y actúan y enferman por nuestros padeceres. Cambios en el colegio, trastornos del sueño, de la alimentación, dolores de estómago suelen ser el resultado de malestares no identificados. Por supuesto, hagan algún esfuerzo para contener a los niños que son el elemento sensible a cuidar pero no tienen que ocultar una pena que es natural y hasta saludable. Recuerden los adultos que lo que no sacamos por la palabra o la expresión nos enferma y va directo a nuestro cuerpo. A los hijos no les daña ver padres tristes, en cambio sí lo hace que sean ollas bajo presión, irritables, infelices y sin esperanza. 4. Propiciar que los hijos contribuyan con ideas y aporten su toque al armado del nuevo lugar para el padre o la madre que se mude; que sean parte activa del proceso. Muchos padres prefieren esperar a tener el lugar equipado para no mostrar precariedad y creo que es un error. A los hijos les tranquiliza ser parte de esta etapa, elegir muebles en conjunto, buscar colores en la paleta de la pinturería para el nuevo lugar, que será con el tiempo otra casa para ellos. 5. Definan los padres en el menor tiempo posible un esquema de visitas pensando en los niños: a menudo los adultos en el caos natural de los primeros tiempos de la separación enredan a los hijos en esquemas absolutamente enredados en donde la pasan francamente mal. “Lunes con mamá, martes con papá, miércoles almuerzo en casa de mamá y después te viene a buscar la tía para llevarte a lo de papá que llega de la oficina a la noche, cansado y sin ganas de nada. Jueves una semana en cada casa, viernes y sábado mamá, domingos con papá.” Y en el momento de anunciar la decisión les dirán: “Papá y mamá estamos pensando de qué manera repartir los días para que puedan estar tranquilos ustedes y no perder actividades ni tiempo de jugar”. Sepan los padres que la casa de origen sigue siendo la que habitualmente habitan. La casa nueva se transformará en segundo hogar con el tiempo, con calma, los hijos se la merecen. Los detalles íntimos sabrán y deberán los padres mantenerlos a resguardo, por la salud de los hijos. No sufren los hijos demasiado por la ruptura de la pareja, sí lo hacen de manera espantosa por las miserias ventiladas y porque quedan como rehenes del conflicto entre los adultos. Mantengan por favor la reserva prudente respecto de datos que pueden dañar a sus hijos. No tienen que tomar partido, ellos precisan a los dos, aman a los dos en la gran mayoría de los casos. Deben los padres preservar a los hijos de todos aquellos comentarios que quedan grabados a fuego en sus cabecitas: Ejemplo: “Tu madre me arruinó la vida”“Tu padre es lo peor que me pasó jamás” “Anda a pedirle a tu padre que te dé dinero, que se lo da todo a la otra” No, por favor, se los suplico, no lo hagan. Les rompe literalmente el aparato psíquico a los hijos, y por más que los terapeutas intentemos reparar las cicatrices les aseguro que permanecen por los siglos de los siglos. Vuelvo a asegurarles: la separación de los padres no es para los hijos una noticia terrible si se maneja con criterio.

1 Corintios 7:10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. 12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. 14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. 15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. 16 Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? 17 Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.

¡Hoy es tiempo de cambiar!